¿Por qué Chile no sufrió tanto como Haití con un terremoto que fue mucho peor?
Aunque el terremoto de Chile fue mucho mayor que el de Haití, la devastación es inversamente proporcional, dada su infraestructura.
Por: POR ANDRÉS
MEJÍA V 6
de marzo de 2010
Alguna vez,
hace ya varios años, la revista The Economist publicó un interesante contraste
entre el nivel de vida de dos personas reales. El primero era un respetado y
honorable médico; el segundo era un hombre sin educación, anónimo y gris, quien
andaba errante entre empleos de bajo nivel. Uno de ellos vivía bien, no le
faltaba nada, tenía automóvil y varios electrodomésticos. El otro, en cambio,
tenía incluso dificultades para satisfacer necesidades básicas como el agua
potable. Se sorprenderán los lectores -y la sorpresa es justa- al saber que
quien vivía pobremente era el médico.
¿Cómo puede explicarse esta paradoja? Muy simple: el trabajador de bajo nivel vivía en Estados Unidos, mientras que el médico residía en algún país africano, tal vez Nigeria o el Congo.
Fascinante: el desarrollo económico puede causar que un mismo hecho o una misma circunstancia tengan, en contextos diferentes, efectos radicalmente distintos. Ejemplo: un terremoto causa, en Haití, una devastación miles de veces más terrible que la que otro, de mayor fuerza geológica, ocasiona apenas unas semanas después en Chile.
¿Cómo puede explicarse esta paradoja? Muy simple: el trabajador de bajo nivel vivía en Estados Unidos, mientras que el médico residía en algún país africano, tal vez Nigeria o el Congo.
Fascinante: el desarrollo económico puede causar que un mismo hecho o una misma circunstancia tengan, en contextos diferentes, efectos radicalmente distintos. Ejemplo: un terremoto causa, en Haití, una devastación miles de veces más terrible que la que otro, de mayor fuerza geológica, ocasiona apenas unas semanas después en Chile.
Veamos la
paradoja en sus detalles. A las 4:53 de la tarde del pasado 12 de enero, un
sismo de magnitud 7.0 en la escala de Richter, ocurrido a una profundidad de 13
kilómetros, sacudió a la capital de Haití y a muchas zonas circundantes. La
única manera de sintetizar correctamente el efecto de este terremoto fue decir
que el país, en su integridad, en tanto sociedad, en tanto Estado, y en tanto
comunidad, fue destruido casi por completo. Muy pocas edificaciones habían
quedado en pie; el propio palacio presidencial yacía derrumbado, y el
presidente René Preval vagaba por ahí como un damnificado más.
Bien claro
estaba que los muertos se contarían en centenares de miles; muchos eran también
los heridos, e innumerables eran quienes querían huir del país, al punto de
que, de acuerdo con versiones múltiples, había familias que suplicaban a los
extranjeros que se llevaran a sus niños, aunque no supieran a dónde ni al
cuidado de quién. Los muertos, en efecto, son ya más de 200.000, y se calcula
que los heridos superan los 300.000.
Al contemplar
este panorama el mundo tuvo rápidamente una aterradora certeza: Haití no tenía
modo alguno de responder ante la emergencia. Su gobierno, normalmente famoso
por corrupto y por ineficiente, estaba además reducido a escombros. Casi no
había comunicaciones, ni energía ni agua potable. La isla no tenía un cuerpo
profesional de bomberos, ni de expertos en rescate. Los escasos médicos que no
habían emigrado poco podrían hacer en los viejos y mal equipados hospitales,
ahora reducidos a escombros. La ayuda internacional era la única
esperanza.
Mayor poder
Mayor poder
Tomado en una
dimensión aislada, el sismo que ocurriría en Chile casi dos meses después era
mucho más grave, más potente, y su poder de destrucción era objetivamente
mayor.
Para empezar ocurrió a las 3:30 de la madrugada, cuando casi todo el mundo duerme en sus hogares: es decir, casi todas las personas se hallan dentro de una edificación, lo cual multiplica el riesgo de muertes y heridas por el colapso de estructuras; además el sueño nocturno reduce la capacidad de reaccionar.
Para empezar ocurrió a las 3:30 de la madrugada, cuando casi todo el mundo duerme en sus hogares: es decir, casi todas las personas se hallan dentro de una edificación, lo cual multiplica el riesgo de muertes y heridas por el colapso de estructuras; además el sueño nocturno reduce la capacidad de reaccionar.
Pero lo más impresionante fue la magnitud de este temblor: 8.8 en la escala de Richter, uno de los más fuertes que se hayan registrado jamás, capaz incluso de mover el eje de la tierra. Y cabe aclarar que la escala Richter es logarítmica, por tanto la diferencia de magnitud entre el sismo de Haití (7.0) y el de Chile (8.8), pequeña en apariencia, esconde una disparidad enorme de magnitud (casi 500 veces mayor). Fue seguido por muchas réplicas, algunas de las cuales habrían constituido por sí solas un fuerte sismo. Tanto el terremoto principal como sus réplicas, afectaron áreas muy pobladas, como las ciudades de Concepción y Santiago. Y aun así, aunque dejó una dolorosa cifra de muertos, y un registro muy significativo de pérdidas materiales, el terremoto de Chile estuvo muy lejos de producir la devastación total y radical que produjo el de Haití. Valga la salvedad: la respuesta de Chile al desastre no ha sido perfecta; faltó previsión en cuanto al mortal 'tsunami', ha habido problemas en el despliegue de ciertos mecanismos de ayuda, y en particular ha asombrado la oleada de saqueos. Pero aun así la comparación de los dos casos es válida, y nos remite de nuevo al desarrollo económico.
Basta enumerar las diferencias, y el lector sacará sus
conclusiones.
En
Chile, la expectativa de vida al nacer es de 78 años: en Haití es de 61. Haití
tiene una tasa de mortalidad infantil de 60 muertes por cada mil nacimientos.
En Chile es de sólo 8. Mientras que en Chile casi el 100 por ciento de los
partos es atendido por personal calificado, en Haití la cifra llega solo al 26
por ciento. El 93 por ciento de los chilenos disfruta de agua potable: no más
del 56 por ciento de los haitianos pueden decir lo mismo. En cuanto a
prevalencia de VIH, es decir, el porcentaje de personas entre los 15 y los 49
años que portan el virus, Haití ocupa el lugar número 22 en el mundo, y lejos
está Chile, en el puesto 85.
De hecho, la
mortalidad en Chile y en Haití muestra respectivamente los perfiles del
desarrollo y de la pobreza: mientras que en Chile las mayores causas de muerte
son las enfermedades cardíacas y el cáncer, en Haití son las enfermedades
transmisibles las que más vidas cobran. El analfabetismo en Chile prácticamente
no existe: en Haití lo sufre la mitad de la población.
Paradoja dolorosa: el pobre, el que más necesita desarrollo, más obstáculos le pone. En Haití toma casi 200 días iniciar una nueva empresa, cosa que en Chile puede hacerse en 27 días. En la isla caribeña el sistema financiero es precario, y no hay mercado de valores. Por el contrario, el mercado de valores chileno brilla a nivel mundial.
Paradoja dolorosa: el pobre, el que más necesita desarrollo, más obstáculos le pone. En Haití toma casi 200 días iniciar una nueva empresa, cosa que en Chile puede hacerse en 27 días. En la isla caribeña el sistema financiero es precario, y no hay mercado de valores. Por el contrario, el mercado de valores chileno brilla a nivel mundial.
Por habitante,
Chile consume 3.000 kilovatios hora de electricidad: Haití, no más de 37. De
cada 100 haitianos, 33 tienen servicio de teléfono celular: en Chile la cifra
llega a 88. En Chile hay 877.000 nodos o hosts de internet, mucho más que los 9
que había en Haití.
La realidad política distancia también a Chile y a Haití, y de qué manera. La isla caribeña ha vivido entre la dictadura y la corrupción. Chile, luego de abandonar la dictadura militar, ha mantenido un régimen democrático estable, serio y eficaz. Tan serio, que el índice de Percepciones sobre la Corrupción lo muestra como el país menos corrupto de Latinoamérica, en el puesto 25; Haití, en el lugar 168, no tiene quien lo supere en el continente.
La realidad política distancia también a Chile y a Haití, y de qué manera. La isla caribeña ha vivido entre la dictadura y la corrupción. Chile, luego de abandonar la dictadura militar, ha mantenido un régimen democrático estable, serio y eficaz. Tan serio, que el índice de Percepciones sobre la Corrupción lo muestra como el país menos corrupto de Latinoamérica, en el puesto 25; Haití, en el lugar 168, no tiene quien lo supere en el continente.
Así, podemos
entender por qué un sismo reduce a la ruina y a la parálisis total a un país,
mientras que a otro, si bien le ocasiona una colosal emergencia, y le da razón
para llorar y sufrir, no le significará la destrucción total, y por el
contrario esa nación podrá seguir andando su acertado camino.
Fuentes utilizadas: FMI, Banco Mundial, OMS, OPS, CIA (World Factbook), Transparencia Internacional
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